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  • La falta de oportunidades de desarrollo, de acceso a nuevas tecnologías y la competencia desleal que representa la llegada masiva de mini súpers, pone en peligro de extinción a las microempresas tradicionales.

Estanquillo. Cortesía Museo del Estanquillo, colecciones Carlos Monsivais.

Las tienditas son parte de la historia de México, ¿quién no ha ido a comprar a un pequeño estanquillo, atendido por un abuelo que nos fía? Para muchos, ir a la tienda de la esquina fue nuestro primer permiso para salir solos a la calle.

Lamentablemente, la falta de oportunidades de desarrollo, de acceso a nuevas tecnologías y la competencia desleal que representa la llegada masiva de mini súpers, está poniendo en peligro de extinción a estas microempresas tradicionales en nuestro país.

En las calles de Iztapalapa la gente los ve caminar y ya los saluda con confianza. Tres güeros que parecen una mosca en la sopa de la miseria de aquellos barrios, van a cada mostrador, hablan detrás de cada reja protectora, con los dueños de estas microempresas. Sí, las tienditas de la esquina son pequeñas empresas que inician la cadena del desarrollo económico del país.

Don Panchito, en el mostrador de su estanquillo.

Rodrigo y Thomas aprendieron eso desde que estudiaban una maestría en Desarrollo Internacional juntos, en Boston, EU. Cuando un mexicano promedio escucha la frase “Estudió en Harvard”, tal vez vienen a su mente personajes inalcanzables de la política o los negocios. Pero fue en esa escuela, donde estos jóvenes desarrollaron la idea que le dio vida a Tenoli, una empresa que busca empoderar y conectar a los microempresarios de esas tienditas, con organizaciones no gubernamentales, tecnología, acceso a créditos, capacitación y apoyos gubernamentales para potenciar su desarrollo.

Thomas nació en Marsella, Francia, una ciudad alejada de la sofisticación. Rodrigo es mexicano nacido en la delegación Alvaro Obregón. Hoy tienen un tercer socio, Nicolás, también francés.

Tenoli es una palabra náhuatl que significa “puente” y eso es lo que estos jóvenes quieren tender entre la marginación y el desarrollo. Para lograrlo, construirán un centro de atención en el corazón de Iztapalapa que podría cambiar la vida de 50 tenderos y sus familias. Si consiguen llegar a su meta, el centro de capacitación y servicios abriría en febrero.

Rodrigo es el que más habla, claro porque es mexicano, pero también porque le brota el entusiasmo por los poros. Me cuenta que existen en nuestro país un millón de tienditas de abarrotes en México, de las cuales 90% son informales. Estas microempresas son el soporte de la economía no sólo de sus propias familias, sino de toda la comunidad, al proveer a diario de las necesidades básicas de agua, alimento y otros insumos a los vecinos, a quienes incluso les fían generando esquemas de confianza y redes que consolidan el tejido social.

Pero un fantasma recorre a las tiendas de barrio, no sólo en Iztapalapa, sino en todo el país. Thomas me explica que la competencia de tiendas de conveniencia modernas, cinco veces más productivas, afecta a las tienditas de forma drástica. Miles de familias han tenido que cerrar su negocio, y en Iztapalapa se pueden ver locales que alguna vez fueron tiendas de abarrotes, hoy abandonados.

Tiendas de conveniencia hacen competencia desleal

Para que Tenoli sea una realidad, Thomas, Nicolás y Rodrigo lanzaron una campaña de fondeo para reunir el capital inicial que les permitirá construir el centro comunitario donde podrán ser el puente para que los tenderos reciban capacitación en finanzas y administración de empresas. Se busca crear un ecosistema propio y sostenible en el cual los tenderos tienen acceso, de forma gratuita, tanto a servicios como a nuevos productos para vender. También generar empleos pues en el plan está contratar a estudiantes y personas oriundas de Iztapalapa para integrarse al equipo Tenoli.

El proyecto, que hasta el cierre de esta edición había alcanzado ya 89% de su meta, es uno de los más exitosos en el sitio fondeadora.mx, con 155 personas que han hecho alguna aportación económica y con ello, contribuir a que las familias de estos tenderos salgan de la pobreza apoyados en sus conocimientos empíricos y en las nuevas herramientas que dos franceses y un mexicano les puedan ayudar a adquirir.(El Economista)

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