Próximas al monolito de la diosa Tlaltecuhtli, que se localizó en la Zona arqueológica del Templo Mayor, en el D.F., se encontraron las ofrendas 120 y 125. En el primero de estos depósitos se localizaron 12 esqueletos de águilas reales (Aquila chrysaetos), algunas de ellas ataviadas con ajorcas de cascabeles de cobre en las patas y pectorales de madera y concha en el pecho.
En la ofrenda 125 se hallaron dos ejemplares más de águila real, los cuales fueron analizados en conjunto con los de la 120, ya que compartían particularidades en sus esqueletos que llamaron nuestra atención.
A siete de un total de 14 esqueletos de las aves, se les habían quitado los huesos de la caja torácica, la mayoría de las vértebras y parte de los huesos de las alas y las patas. Algunos de los cráneos de estas rapaces estaban cortados o perforados en la nuca y en la base de la cabeza, y sus huesos largos tenían marcas de desuello y descarne.
Tales evidencias sugerían que las aves habían recibido algún tratamiento para preservar piel y plumas.
IMAGEN: En la segunda carta de relación de Hernán Cortés se narra que en el mercado de Tlatelolco se vendían todo tipo de aves y sus pieles. Dos dignatarios, sentados en sus asientos de respaldo alto, tienen a sus pies una piel de águila. Códice Florentino, lib. IV, f. 71v.
Digitalización: Raíces
Esta publicación es un fragmento del artículo “Taxidermia y cautiverio de águilas en Tenochtitlan”, de los autores Osiris Quezada Ramírez, Norma Valentín Maldonado y Amaranta Argüelles Echevarría, y se publicó íntegramente en la edición regular de Arqueología Mexicana, núm. 105, titulada, Arqueología subacuática en océanos lagos y cenotes. Tres décadas de exploraciones en México